The Road to Enlightenment

Por Isabel Serrano Fuentes

Nacido en Santo Domingo, muy joven viajó a Europa, y fue España el país que lo acogió para estudiar en la Escuela Massana de Barcelona (1963). Luego, se trasladó a Madrid, donde estudió en el Círculo de Bellas Artes y la Escuela de Artes y Oficios (1971), completando aquel ciclo de estudios en el viejo mundo. De regreso a Santo Domingo, realizó su primera muestra individual, presentada en 1973. En 1974, deseoso de ampliar mucho más sus horizontes cognoscitivos, partió a México donde estudió en el Instituto Paul Coremans. En su currículum se enumeran 14 exposiciones individuales y 27 colectivas, presentadas alrededor del mundo. Numerosas obras suyas forman parte del patrimonio de prestigiosas colecciones públicas y privadas.

En los inicios, su obra se orientó a la representación del cuerpo humano, sin grandes acentos en el tratamiento anatómico. Penetró en la figura femenina con hermosas líneas ondulantes, notorias transparencias y una atmósfera suave de perdurable espiritualidad. Cada creación se enrosca en forma de caracol para conseguir formas abanicadas que se mueven al compás de una música suave. El tema de esta isla, vista a través de sus encantos naturales, de la luz y el color que hay en ella, ocupa un lugar importante en la obra creada por Miura en los años setenta, aquí puso especial atención en el cielo azul con sus espléndidas nubes. De esta etapa es la muestra Entidades del Aire, considerada por el artista como un homenaje a los cielos dominicanos. Hacia 1979 se produjo en su obra una regresión a la figura femenina, pero esta temática adquiere un nuevo aspecto: las figuras comienzan a desdibujarse, salen de su caracol y vuelan con otra dimensión, se contorsionan, bailan entre juegos de luces y tonos fríos, en una composición resuelta con apasionante maestría.

Los ochenta ven a un Miura que se da al abstraccionismo puro, y dentro de éste sobresalen dibujos con trazos espaciales y formas evolutivas. Los blancos y los azules se someten a un movimiento irresistible que envuelve el alma en comunidad absoluta con todos esos elementos de la naturaleza. En esta etapa aparece una primacía de materiales nobles, con los que se consigue un aspecto artesanal muy interesante, todo se integra con prudencia a la obra en sí, a su forma de decir.

En los noventa se produce otro cambio en la obra de José Miura, pues se apodera de su paleta un geometrismo sagaz, aparecen figuras como ritual, en cada línea predomina la verticalidad, unido al uso de colores primarios que se funden y dan a cada pieza una hondura estética mayor. La extensa obra pictórica de Miura está marcada por elementos que aparecen como constantes. Estos son: el predominio de un dibujo concreto de delicados y minuciosos trazos, un halo romántico, una espiritualidad enfatizada, un simbolismo palpable, y el uso de los dorados, los que trata con ingenio, sutil belleza, y que plasma con un lenguaje muy personal.

Unido a la pintura, en todos estos años José Miura ha trabajado en el diseño de impresionantes vestuarios y escenografías para teatro, danza y ópera, desde Pagliacci en 1974, hasta Rodeados en 2002, realizó 48 diseños sorprendentes, algunos de ellos presentados por la compañía cubana Teatro Buendía en festivales internacionales de teatro y merecedores de importantes premios.

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